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ASERTIVIDAD CON LOS HIJOS

Sabemos que a la hora de comunicarnos con alguien, muchas veces, más que lo que decimos, importa el cómo lo decimos. Cuando le decimos algo a una persona nuestro objetivo principal es influir en mayor o menor medida sobre su comportamiento, es decir, buscamos un feedback (que nos escuche, que nos mire, que nos responda, que haga lo que pedimos, etc.).


Muchos padres se quejan y con razón cuando dicen que sus hijos no les hacen caso nunca, sin embargo, quizás no nos hemos parado a pensar en cómo los adultos pedimos las cosas a los niños. En ocasiones, de manera inconsciente recurrimos al imperativo para realizar peticiones, por ejemplo: “tráeme eso” y para más caldo y confusión, añadimos un “por favor” detrás. Pues bien, esto es una contradicción que todos tenemos erróneamente muy arraigada, su propio tiempo verbal lo indica, un imperativo se usa para expresar una orden y lo usamos acompañada de una expresión que denota “educación” para formular una orden, qué paradoja, ¿no?. Un niño, ante expresiones como la del ejemplo “tráeme eso, por favor” literalmente entiende “yo te lo pido por favor pero lo tienes que hacer porque yo te lo mando”, por lo que al final muchas veces no conseguimos nuestro objetivo de influir en su comportamiento y termina haciendo todo lo contrario al efecto deseado. Uno de los motivos es porque no ha habido una comunicación eficaz y esta forma errónea de comunicarnos a su vez se la estamos transmitiendo a nuestros hijos. No es de extrañar que con el tiempo se vuelvan exigentes y contestones y nos hagan demandas más que peticiones y es que admitámoslo, a nadie le gusta que le ordenen.


La asertividad es un estilo de comunicación en el cual se expresan los propios derechos y necesidades sin perjudicar los de los demás y realizar peticiones, por tanto, podemos decir que forma parte de las habilidades sociales y como tal se puede aprender, una de sus características es que emplea estrategias de comunicación y persuasión.


La necesidad de que los padres sean asertivos se vuelve fundamental sobre todo en la adolescencia debido a que es una época en la que las disputas y desacuerdos entre padres e hijos aumentan y la necesidad de expresar sentimientos, emociones y opiniones de la manera más adecuada posible es importante. Si previamente durante la infancia hemos hecho hincapié en inculcar este estilo de comunicación a nuestro hijo, es muy probable que la comunicación sea más fluida y las épocas o situaciones difíciles en el futuro no serán tan dramáticas.


¿Cómo podemos saber si nuestro hijo es asertivo o no?


Tenemos 3 formas de comportarnos socialmente que forman una línea continua y se mueve en función de grado: el comportamiento pasivo, el agresivo y el asertivo. Sólo este último nos permite afrontar de forma correcta, adaptativa y saludable las situaciones sociales y especialmente las comprometidas.



¿Cómo se comunica nuestro/a hijo/a?




Ser consciente de en qué punto se encuentra nuestro hijo es el primer paso para poner en marcha la práctica de estrategias necesarias para que el menor desarrolle un estilo de comunicación ideal. Lo primero a tener en cuenta como padres es que los niños aprenden muchos comportamientos y maneras de comunicarse por imitación, por tanto, hay que ser consciente de que si quiero que mi hijo desarrolle un estilo comunicativo asertivo, nosotros como padres/madres también tenemos que ponerlo en práctica, por eso conviene hacer un ejercicio de introspección acerca de mi propia manera de comunicarme con los demás, así que, además de preguntarnos cómo se comunica nuestro hijo, debemos preguntarnos a nosotros mismos cómo nos comunicamos nosotros.


Es evidente que las situaciones personales de las familias y de cada uno de sus miembros van cambiando a lo largo del tiempo por acontecimientos impredecibles y experiencias y que la personalidad del niño va fluctuando conforme va creciendo hasta formar su identidad, pero como hemos dicho antes, si desde la infancia educamos en la asertividad es más probable que estos cambios no afecten negativamente al buen desarrollo socio-emocional del menor.


Una vez ubicados tanto nuestros hijos como nosotros en un punto de la línea continua pasivo-asertivo-agresivo es bueno anotar situaciones que recordemos en las que hayamos actuado de una u otra forma para cuando se aprendan técnicas y estrategias de comunicación adecuadas podamos reflexionar sobre cómo podríamos haber actuado en ese momento y que sirva de precedente en futuras situaciones similares.




Elena Giménez Especialista en Orientación Educativa



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