Si preguntamos por la calle, nadie o muy pocas personas estarían en contra de que no hubiera una distinción legal entre los hombres y las mujeres. Sin embargo, a nivel práctico y diario existe muchos elementos que distan mucho de que esa realidad se dé.
El primero y más grave de esos elementos es el terrorismo hacia la mujer, es decir, la violencia de género. Una problemática muy asentada que, lejos de disminuir, ha aumentado los casos de asesinato. Esto sin contar los maltratos que no son denunciados. Desde las instituciones públicas se insta mucho a denunciar al maltratador, mientras que no hay recursos suficientes detrás de ello. Este es uno de los motivos del aumento de asesinatos a las mujeres. Esto es sólo la punta de un iceberg muy hundido.
Detrás de esa violencia, hay un sistema sociocultural que tiene una base: el patriarcado. Una palabra muy escuchada pero que detrás de ella tiene una inmensa estructura consciente o sutil que se mantiene aún en la actualidad. Desde la más tierna infancia se va socializando en distinción de si se le asigna como niño o niña. Desde el mismo nacimiento y si la sociedad considera que eres o no eres, ya comienza perforando el cuerpo del neonato. Si eres una niña te ponen pendientes pero, ¿qué pasa si eso se lo haces a un niño? Pensad en las reacciones y parémonos a reflexionar qué hay detrás.
Tras los años, los eventos vitales de sus hijos e hijas van haciendo que se les trate de forma diferente. Lo mostraré con un ejemplo. Un niño corre y se cae y los padres para animarle le dicen: ¡no pasa nada, eres un campeón!. Para que deje de llorar. De la misma forma una niña cae y lo que se le dice es: ¡pobrecita! se le sobreprotege de lo sucedido y se le permite el llanto (esto último es lo adecuado para que niños y niñas se desarrollen adecuadamente). De esta forma comenzamos a socializar a una futura mujer insegura y a un futuro hombre emocionalmente incapaz de gestionar y mostrar sus emociones. ¿A qué os suena esto?. Este es un ejemplo, pero son muchos los mensajes parentales que hay detrás: la forma de describir a tu hijo e hija y la forma de tratarlo, como por ejemplo a la hora de regalarle juguetes. Este último es un tema amplio de por sí, que no me extenderé en este artículo.
Al final se reproduce una sociedad dicotómica y polarizada donde el niño tiene la libertad de correr, ensuciarse, saltar, gritar… pero no permitirse expresarse internamente. Por otro lado creamos un mundo de niñas cuidadoras y pasivas que deben ser delicadas, emocionales y que no pueden enfadarse. Creamos dos mundos opuestos e incompatibles y esperamos que todo funcione correctamente. El resultado de todo ello se puede observar simplemente acudiendo a un patio de un colegio. Os invito a ir a uno a la hora del recreo. Observad y analizad. ¿Quién ocupa la centralidad y casi todo el espacio y quién está en las esquinas? Desde la infancia ya aprenden a que “lo público” es lo masculino y lo íntimo es “lo femenino”. Cuando unos de los niños o niñas se sale del redil, se le etiqueta con: “es homosexual o transexual”. Se le desplaza por parte de sus compañeros y compañeras ya que “no es lo normal y preestablecido”. Finalmente, esos niños y niñas acaban siendo adultos que han aprendido que los hombres se sienten más seguros y su lugar es el trabajo, mientras que lo íntimo, lo personal, es decir, el cuidado, va hacia unas mujeres que se sienten más seguras en ese espacio.
Sí, podemos afirmar que ellas ya están en la parte productiva de la sociedad y se han integrado pero el hombre no lo ha hecho en la parte del cuidado. En la gran mayoría de las ocasiones, cuando hay que cuidar a la persona anciana o al infante, ¿quién lo hace?, ¿quién pide el día libre en su empleo para llevar a su hijo al dentista?, ¿quién deja su empleo porque su madre tiene alzheimer?. Esto sucede por dos motivos: el primero, por una responsabilidad del cuidado socializada y, el segundo, porque la persona de la pareja que deja su empleo cuando es necesario es la que menos cobra. ¿Adivináis a nivel estadístico quién cobra menos?. La dificultad de ascenso, de realizar y cobrar horas extras, de estudiar… etc, se ve dificultado por esa obligación aprendida del cuidado familiar.
Una sociedad desigual con resultados desiguales. Sí, la sociedad ha evolucionado mucho. Sí, cada día hay más igualdad de género o se intenta. Sin embargo, continuamos en el mismo sistema patriarcal. Intentamos meter un cubo en un agujero con forma de triángulo. La mitad del cubo entra, pero, ¿qué pasa con la otra mitad?
Jorge Pérez Ferrer
Psicólogo, sexólogo y terapeuta de pareja