No existe aun una teoría universal que nos diga por qué dormimos y mucho menos por qué soñamos, y desde luego tampoco por qué los sueños son como son. Sí, puede que esto sorprenda puesto que existe una infinidad de literatura al respecto afirmando que tiene la explicación, pero lo cierto es que nada de eso está basado en estudios científicos y los pocos que sí lo están, por desgracia no son muy reconocidos por la ciencia en oficial. De modo que por ahora solo podremos hablar en hipótesis sobre estos fenómenos, y uno de los más nombrados es sin duda el de las pesadillas, tan presentes en la sociedad que hasta se hacen películas siendo estas su tema central. Pues bien, aunque no lo parezca, las pesadillas también son sueños y como sueños que son, están ahí para ayudarnos a resolver nuestros dilemas emocionales e incluso nuestros problemas lógicos del día a día. Al menos eso es lo que podemos decir como hipótesis desde el punto de vista psicológico.
¿Cómo se supone que va a ayudar una pesadilla, un sueño que no hace más que aterrorizarte, despertarte de madrugada y dejarte esa sensación de peligro en el cuerpo que te hace levantarte en un charco de sudor?. La clave de esto es muy simple; las pesadillas son como una terapia de choque e incluso mucho más que eso. Para empezar, está el evidente objeto o situación que da miedo, la cual estamos viviendo en el sueño, pero después, está el contenido simbólico, ya que no todas las pesadillas son exactamente lo que parecen, puesto que algunas pueden ser simplemente una manifestación del miedo a algo, pero otras ese algo puede ser una metáfora de otra cosa que tememos e incluso una referencia a algo que evitamos, que nos preocupa, o que nos estresa al no saber cómo manejarlo o controlarlo. Por ejemplo, puedes soñar que estás rodeado/a de serpientes, el miedo es evidente y puedes concluir que la pesadilla se debe a tu miedo a las serpientes o, por el contrario, podría ser que esas serpientes representen tu miedo a encontrarte en una situación en la que no tienes control y todo te resulte amenazante. Situación que si tomas tu tiempo podrías comparar con alguna otra de tu vida que te genera esa misma sensación. Por lo tanto, esa pesadilla te está sirviendo como una herramienta virtual para enfrentarte a esa situación, para aprender a manejar esa fuerte emoción si llega en algún momento, y también para indicarte que hay algo en tu vida que te desequilibra emocionalmente y que deberías de solucionar para alcanzar ese equilibrio.
¿Cuál es el problema de todo esto? Que nadie se toma las pesadillas como una ayuda. Simplemente nos limitamos a sufrir el miedo que provocan y tratamos de olvidarla cuanto antes. Nadie, o casi nadie, se plantea por qué ha tenido esa pesadilla y aún menos se toma su tiempo en desgranar su significado, pero lo que desde luego jamás se plantea, es la posibilidad de contemplar la pesadilla que tiene en ese momento sin miedo, de contemplarla con curiosidad, observándola no como una vivencia terrorifica sino como una llamada de alarma de tu mente que debe de ser atendida, no rehuída. Y es que sí, por increible que parezca, se puede tener pesadillas y no tener miedo de ellas, es lo que ocurre cuando comenzamos a plantearlas como algo objetivo y cuando tratamos las pesadillas igual que el resto de sueños, de los cuales tratamos de desgranar el significado simbólico que aparece en ellos. Al final, con la práctica, el miedo pasa a segundo plano, pues la pesadilla ya no necesita “insuflarnos” ese miedo para que entendamos la urgencia de la situación puesto que ahora tenemos la atención de nuestra conciencia puesta, precisamente, en resolver el problema.
¿Alguna vez os habéis preguntado por qué los sueños y las pesadillas se sienten tanto que incluso tras levantarnos aún sentimos ese “sabor de mente” de la emoción vivida en el sueño? Precisamente para hacer evidente el mensaje que intenta transmitir, tanto si es sueño como si es pesadilla. Por tanto, si entrenamos nuestra mente para prestar atención al mensaje del sueño, los sueños y por supuesto las pesadillas, no necesitan aumentar el nivel de emoción en ellos, ya que tendremos un mayor nivel de conciencia en ellos, lo que nos llevaría a la capacidad de poder estudiarlos y comprenderlos mejor “in situ”, e incluso llegados a un punto, tener un nivel de conciencia tan alto en el sueño que podemos ser capaces de convertirlo en un sueño lúcido. Pero eso ya es tema para otro artículo.
De modo que no rehuyáis de vuestras pesadillas. Anotadlas, recordadlas ignorando el miedo sentido en ellas y tratad de comparar cada emoción y elemento simbólico con vuestra vida. Quizá os revelen el modo de solucionar vuestros problemas e incluso, si os enfentáis a esa situación que teméis en vuestras pesadillas, quizá descubráis que sois capaces de enfentaros a ella mejor de lo que creíais en la vida real porque ya lo hicistéis en vuestras pesadillas.
Javier Cánovas
Psicólogo