La soledad es una emoción muy extendida en la actualidad. En una sociedad compleja y muy poblada, es paradójico (o no) que se de esto. Una de las necesidades emocionales más básicas es el sentimiento de pertenencia a un grupo. Cuando nos perdemos en una inmensidad poblacional, puede suceder que no nos sintamos pertenecientes a nada concreto. El ser humano está acostumbrado a vivir en grupos cohesionados de no más de sesenta personas. En una sociedad donde nuestros recursos (tiempo) se divide entre tantas personas (compañeros de trabajo, jefes, familia, pareja, amistades, conocidos..), hace que invirtamos poco en cada una de ellas o mucho en algunas (que suele ser el trabajo) y poco en el resto. ¿Por qué el trabajo? Porque nos aporta algunos recursos y socialmente está bien valorado.
¿Qué caracteriza el sentimiento de soledad?
El sentimiento de soledad es muy desagradable, pero no se le presta atención. “Ya se me pasará”, nos decimos. Sin embargo eso no siempre sucede. ¿Qué pasa ahí? Esa emoción nos causa, además de ese malestar, una mayor probabilidad de aislamiento. Ya sea porque lo hacemos voluntariamente o porque nuestra actitud a la hora de relacionarnos es más pasiva o negativa.
Podemos comentar que a pesar de estar acompañados o tener el apoyo de algunas personas, nos sintamos de esa forma. Es una dolorosa advertencia de que algo en nuestro dialogo interno nos está afectando (es importante valorar si tenemos un duelo no resuelto), un dialogo basado en una pérdida de relaciones o no. Las emociones son una alarma que nos aporta información, y esta pueden estar relacionadas con otras emociones como la tristeza, el vacío, la angustia o la ansiedad por una situación que deseamos cambiar.El sentimiento de soledad puede ser transitorio o continuo. Si es continuo puede desembocar a sintomatología depresiva y ansiosa y es importante trabajarlo cuanto antes.
¿De qué forma podemos gestionarla?
El primer paso es la identificación, conecta contigo mism@ y toma consciencia de en qué momentos te encuentras mejor y peor.
Como segundo paso, analiza dónde lo sientes a nivel corporal, qué tipo de sensaciones tienes. Es importante que una vez ahí analices tu diálogo interno ¿Qué me estoy diciendo a mi mism@? ¿Estoy anticipando lo que sucederá de forma negativa? ¿Me centro en sucesos que ya han pasado pero continuo “rumiando” sobre ellos? ¿Qué cosas me digo sobre mí mism@? ¿Qué imagen tengo de mí?.
El tercer paso es ser consciente de si somos conscientes con nuestros deseos y valores en nuestra vida ¿Qué cosas desearía hacer y no hago? ¿He renunciado a algo? ¿De qué forma bloqueo que eso sea así?
El cuarto paso es centrarte en tu día a día ¿Disfruto de la experiencia de mi momento o estoy a cada momento viajando mentalmente al futuro y al pasado, sobre cosas que pasarían, pasaron o podrían pasar?. Realizo actividades que me aporten una dosis de positividad emocional o me niego a ello porque “¿para qué si nada cambiará?”.
El último paso, es comenzar a cambiar los elementos que te bloquean y te hacen sentir así. Ante todo siendo paciente contigo y dando pasos pequeños. Tomar consciencia de qué siento a cada momento, cuál es la necesidad emocional que no estoy nutriendo y de qué forma puedo alimentarla. En ocasiones es el desahogarse con alguien de confianza ¿Cuántas veces nos lo hemos negado pensando “es una tontería” o “no voy a molestar por esto”?. En otras ocasiones es conocer gente nueva, realizar actividades nuevas o incluso algunas que hemos dejado aparcadas.
Jorge Pérez Ferrer
Psicólogo, sexólogo y terapeuta de pareja